Introducción 3: Máquina del Tiempo
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Máquina del Tiempo
[Carta de Trampa]
Cuando un monstruo es destruido en batalla y mandado al Cementerio: Invoca ese monstruo de Modo Especial al mismo Campo en el que estaba, en la misma posición de batalla que tenía cuando fue destruido.
El día que la señora Cyndia murió, los empleados de la familia Crawford pensaron que también perderían al joven maestro. La vida no había sido amable con el joven Pegasus Crawford. Sus padres murieron tras contraer una fiebre exótica durante un safari en Sudáfrica. De un día para otro, con solo quince años, el adolescente se vio forzado a crecer y hacerse cargo de la compañía familiar.
Fueron dos años de intentos por parte de la alta gerencia de Ilusiones Industriales para hacerlo a un lado. Demasiado joven, argumentaban. Además, siempre ha sido alguien sentimental. Se deja guiar por sus emociones y no tiene la cabeza fría para tomar las decisiones que se necesitan.
Cuando nada de eso funcionó y, contra todo pronóstico, el joven logró ganar cada vez más apoyo entre los empleados, hubo atentados físicos contra su integridad.
La señorita Cyndia y su familia habían estado con él a cada paso. Honraron la promesa que hicieron al señor Crawford en su lecho de muerte: guiar y acompañar a su hijo contra un mundo implacable que trataría de quitarle todo.
Por desgracia, parecía que la familia Crawford estaba maldita. Seis meses después de que el joven maestro y la señorita Cyndia hicieran sus votos en aquella pequeña capilla de Los Ángeles, la ahora señora Crawford sucumbió ante un cáncer detectado demasiado tarde.
La misma noche en que eso sucedió, el joven maestro cayó en cama víctima de una fiebre que los médicos no pudieron explicar.
Durante tres días, el señor Pegasus se había consumido en su cama, con una fiebre alta que iba y venía, provocándole pesadillas. Los pocos momentos en que estuvo despierto, los había pasado sumido en alucinaciones.
Luego, al tercer día, la fiebre simplemente desapareció. De un momento a otro, fue como si jamás hubiera estado convaleciente.
Las ceremonias luctuosas por la joven señora Crawford, que se habían suspendido en espera de su joven esposo, se reanudaron.
El joven maestro estuvo allí durante toda la ceremonia, de pie junto al féretro de su amada esposa.
Quienes lo conocían, notaron que algo había cambiado en él.
Estaba erguido, con una mirada de férrea determinación, mientras aceptaba las condolencias de amigos y familiares. Incluso las falsas de aquellos mismos ejecutivos que intentaron sacarlo del camino, pero a los que nunca les pudieron probar uno solo de sus crímenes.
Y cuando todo estuvo dicho y hecho, el joven maestro solicitó a su suegro que tomara las riendas de la compañía momentáneamente.
Pegasus Crawford viajó de regreso al hogar ancestral de su familia, en Inglaterra. Un lugar que su abuelo había abandonado en los años cuarenta, con un hijo recién nacido y lo poco que quedaba de la herencia de su esposa. Desde entonces, nadie de la familia había vuelto a pisar tierras inglesas.
Nadie sabía qué había hecho en la casa familiar. Durante los seis meses que estuvo allí, fue como si la tierra se lo hubiera tragado.
Cuando por fin reapareció en California, fue para reunirse con Crocketts, uno de los más leales empleados de la familia Crawford.
Lo que se dijo en esa reunión es algo que el resto solo pudo conjeturar. Lo único que podían decir con certeza es que allí se decidió el futuro de Ilusiones Industriales.
No obstante, antes de que esos planes se ejecutaran, el joven maestro dejó el país una vez más.
Un mes después, regresó de su viaje con un aspecto muy diferente. Se veía más viejo y sus movimientos y acciones dejaban ver un cansancio inusual en alguien de su edad. Además, cambió por completo su peinado, dejando que los mechones de su cabello plateado cubrieran la mitad de su rostro, como si temiera mostrar su ojo izquierdo.
Con la llegada del año nuevo, el joven maestro retomó su liderazgo de Ilusiones Industriales. Hasta ese momento, su empresa se dedicaba a producir juegos tradicionales, juegos de mesa familiares y, su división más rentable, barajas y accesorios para los casinos de Las Vegas y Atlantic City. Pegasus Crawford cambió todo eso, relegando esos juegos y divisiones a un segundo plano. En cambio, se concentró en perfeccionar y presentar un juego de cartas que, sin que nadie lo supiera, cambiaría por completo el mundo.
Y todo haciendo un pequeño cambio al concepto de coleccionar cartas y cromos.
Si bien desde hacía décadas existían las tarjetas coleccionables que podías intercambiar, poco más se podía hacer con ellas. La colección de cromos de béisbol, fútbol o del programa de televisión de moda del típico niño estadounidense servía para poco más que eso. Algunas ganaban valor con el paso de los años, lo que las hacía objetos deseados por coleccionistas, pero en su mayoría tenían un valor sentimental que se desvanecería cuando la persona que las atesoraba ya no estuviera.
En cambio, el nuevo juego desarrollado por el señor Pegasus implicaba usar las cartas coleccionables para crear un mazo personalizado con el cual enfrentar a otros jugadores en una batalla de habilidad.
Además, el juego era potencialmente infinito. El set original constaba de trescientos cincuenta naipes diferentes. Estos se adquirirían en sobres sellados en los que obtenías cinco al azar. Sin embargo, incluso antes de que el juego fuese probado en eventos de exhibición, el señor Pegasus ya había reestructurado por completo la compañía. Se creó toda una división, la cual concentraba casi el 70 % del capital de la empresa, cuyo único objetivo sería diseñar y producir nuevas cartas que serían lanzadas más tarde como expansiones.
Cada una de las cartas del juego tendría una serie de estadísticas y reglas propias que alterarían las partidas de una manera diferente. Lo que incentivaría a los jugadores a probar diversas combinaciones y estrategias, hasta que encontraran aquella que se acomodase a su manera de jugar, o incluso a su personalidad.
Si eras alguien más de acción que de estrategia, podías armar una baraja centrada en atacar. En cambio, si eras más reflexivo, quizá prefirieras cartas que te permitieran controlar el juego del oponente.
Poco a poco, con el pasar del tiempo y, sobre todo, tras su alianza con la Corporación Kaiba de Japón, el juego comenzó a volverse más y más popular.
En cuestión de unos años, la familia Crawford se convirtió en una de las más poderosas del mundo. El Duelo de Monstruos se volvió un motor de la economía global.
El juego trajo alegría y diversión a todo el mundo… Hasta que dejó de ser un juego.
#
Recordó demasiado pronto. Un día se desmayó en el funeral de sus padres, y al siguiente despertó en un orfanato con las memorias de toda una vida. Luego de su adopción, contenerse para no acabar con Gozaburo antes de tiempo requería de un gran esfuerzo. Al menos, a diferencia de la última vez, pudo evitar que su padre adoptivo destruyera por completo la inocencia infantil de Mokuba.
Eventualmente, llegaría el momento de deshacerse de él. Por ahora, había otro cabo que necesitaba atar antes de tiempo.
El mundo virtual era diferente de lo que recordaba. Se veía más falso. Parecía más un videojuego de realidad virtual como tal que un mundo paralelo sostenido por un supercomputador equipado con lo último en software de simulación.
La tecnología de visión sólida de momento existía solo en su mente, así que Gozaburo no había tenido tiempo de apropiarse de ella para mejorar sus simuladores. No obstante, incluso así, podía ver cómo un niño de doce años podría disfrutar de ese lugar.
Pero él no estaba allí para jugar, sino por negocios.
Avanzó superando trampas, que más parecían niveles de un videojuego de plataformas, y por fin llegó a su destino.
Su hermano adoptivo, Noa Kaiba, lo esperaba en una réplica un poco deslucida de la oficina del presidente de la Corporación Kaiba.
—Tengo que admitir que no esperaba una visita de mi reemplazo.
Seto miró al niño sin emoción alguna. Se veía exactamente cómo lo recordaba de su enfrentamiento a mitad de las finales de Ciudad Batallas. En aquel entonces, solo había estado furioso por su interrupción del torneo. Ahora, con mucha más experiencia y habiendo vivido hasta el mismo fin del mundo, solo podía sentir pena por ese chico atrapado allí, sin la posibilidad de crecer.
—¿Cómo lo hiciste? Nadie, salvo mi padre, debería poder llegar aquí.
Seto resopló.
—No me hagas reír. ¿Me tomas por un novato? Vencer sus medidas de seguridad es tan simple que hasta un estudiante promedio de informática podría conseguirlo.
Claro, un estudiante promedio de veinte años en el futuro, pero Noa no tenía por qué saber eso.
—Dudo que esta sea una visita de cortesía. ¿Qué buscas en este lugar? —espetó.
—Gozaburo te abandonó en este lugar. Me llamaste tu reemplazo como un insulto. Sin embargo, es la verdad. Te desechó como a un juguete viejo en el momento en que te vio como algo inútil.
—¡Mientes…!
—No me malinterpretes. No estoy aquí para regodearme en tu miseria. Por el contrario, quiero proponerte un trato para vengarte del hombre que te abandonó aquí.
Noa parpadeó, por un momento, su máscara de arrogancia deslizándose de su rostro.
—¿De veras piensas que yo me aliaría contigo? —se burló, tratando de recuperar algo de su compostura—. ¿Crees que voy a ayudarte a organizar la caída de mi propio padre? Podría intercambiar lugar contigo, dejarte atrapado aquí y quedarme con tu cuerpo para volver al mundo real.
—¡No me subestimes! —lo interrumpió Seto—. Tomé mis precauciones antes de entrar en este lugar.
Los gráficos del mundo virtual comenzaron a fallar. Noa miró a su alrededor como el mundo que había reconstruido con base en sus memorias y sus conocimientos de programación se deshacía. De pronto, una nueva versión de la oficina, más nítida y realista, se materializó a su alrededor.
—Vives atrapado en un mundo creado con tecnología obsoleta —se burló Seto—. Por suerte, tengo el conocimiento para mejorarla. Incluso, podría sacarte de aquí. Darte la capacidad de interactuar de nuevo con el mundo real.
—¿Qué estás buscando realmente?
—Pensé que fui muy claro. Quiero venganza. Contra Gozaburo y contra la junta directiva de la compañía. ¿Sabes? Es curioso que tuvieras un accidente tan trágico en esas circunstancias.
Noa no tardó mucho en darse cuenta de las implicaciones de las palabras de Seto. Cerró sus puños y golpeó los reposabrazos de la silla del presidente de la compañía.
—¡Nos traicionaron!
—Eso siempre pasa. Este es un mundo despiadado. Cuando hay dinero, en especial de una gran compañía como esta, que maneja el 40 % del mercado mundial de armas, todos están dispuestos a traicionarte. Aunque solo obtengan migajas. Y, por desgracia, esa corrupción es la que llevará a este mundo a su fin.
Noa retrocedió.
El avatar virtual de Seto cambió. El niño de once años, muy parecido a él cuando tuvo aquel accidente, fue reemplazado por alguien mucho mayor. Alguien cansado y que parecía llevar el peso del mundo en su espalda.
—Esto va más allá de una rencilla familiar por Corporación Kaiba. Me llamaste tu reemplazo. No me gusta admitirlo, pero es la verdad. Y la razón de eso es simple: hay pocas personas en este mundo que pueden alcanzar nuestro nivel de inteligencia.
Seto hizo una mueca, como si le costara decir todo eso.
—Sé que no eres una mala persona. Eres un niño al que criaron para pensar que el mundo estaba allí para que los poderosos lo tomaran. Lo sé, porque es la misma crianza que Gozaburo intentó conmigo. Pero también eres un niño al que abandonaron a su suerte, solo en este frío mundo virtual, sin contacto con más humanos.
—¡No es verdad! Mi padre…
—¡Hace más de un año que no se molesta en revisar personalmente cómo estás! Eras un recurso para ser utilizado. En cuanto perdiste esa utilidad, te desechó. Igual que ha hecho con muchos otros. Para él, todos somos piezas que usar en su juego de ajedrez. Eso no cambia, incluso si llevas su sangre.
Noa se mordió los labios. Cerró los ojos, conteniendo las lágrimas de frustración. Nada de lo que Seto decía era falso. Él, simplemente, quería creer que su padre no haría eso. Que no se lo haría a él.
—Te lo dije. Esto no es simplemente una alianza para destruir a Gozaburo y a los directivos de la Corporación Kaiba. Es también una oportunidad de que puedas salir de aquí.
—No existe la tecnología que pueda hacer eso. No sin robar el cuerpo de otra persona. Si la hubiera…
—Existe en mi mente. Todo lo que necesito son los recursos para desarrollarla. Y esos recursos están en el departamento de investigación y desarrollo de Corporación Kaiba.
Seto cerró los ojos. Respiró profundamente, y luego avanzó hacia el escritorio. Una silla apareció frente a él y se sentó.
Noa lo miró, expectante.
—Deja que te cuente una historia. Una que, si hacemos las cosas bien, nunca sucederá…
#
Seto Kaiba tenía trece años cuando Gozaburo saltó por la ventana de su oficina. La policía tenía sus sospechas sobre él, siendo la última persona que estuvo a solas con su padre adoptivo ese día. No obstante, no hubo ninguna prueba. Menos aún cuando todas las líneas de investigación comenzaron a apuntar a un suicidio. Incluso si las causas no eran del todo claras.
Aunque la mayoría pensaba qué tenía que ver con la muerte de su hijo biológico. Ese mismo día, pocas horas después de la reunión de Seto con Gozaburo, el personal médico privado que se ocupaba de Noa Kaiba, quien estaba en coma desde un fatídico accidente años atrás, lo declaró muerto.
Considerando la cantidad de dinero que el empresario había gastado en mantener viva cualquier esperanza de que su hijo despertara, los psiquiatras consultados por las autoridades estuvieron de acuerdo en que era una posibilidad. En todo caso, siendo un hombre construido a la antigua, Gozaburo nunca invirtió en su salud mental. Por tanto, todo quedó en meras especulaciones.
Más allá de eso, la alta sociedad de Japón y los socios internacionales de la Corporación Kaiba estaban atentos a lo que pasaría con la compañía. Siendo Seto todavía un niño, sabían que la junta directiva trataría de tomar el control e incluso deshacerse de ambos hijos adoptivos.
Sin embargo, antes de que cualquiera pudiera hacer un movimiento, Kagemaru Oshita, el olvidado cofundador de la compañía, salió de su retiro para tomar al joven heredero bajo su protección.
Con su asesoramiento, el adolescente comenzó a desmantelar el imperio armamentístico de la familia Kaiba para crear una de las empresas de entretenimiento más grandes del mundo, centrando su investigación en el desarrollo de tecnología holográfica para aplicaciones domésticas y no de simulación bélica como la empresa venía haciendo. Secundario a eso, se invirtió también en el desarrollo de tecnología médica, desarrollo energético y un amplio abanico más de rubros. Siempre alejado de la industria de la guerra y manteniendo lo recreativo en primer plano.
Al cumplir los quince años, Seto Kaiba fue declarado legalmente un adulto y tomó el control definitivo de la compañía. Era un paso lógico, dado el gran intelecto que el chico había mostrado al obtener varios títulos universitarios, incluyendo maestrías y doctorados. Todo en tiempo récord.
#
Desde que recibiera el rompecabezas de su abuelo, justo después de la muerte de su padre, Yugi había dedicado mucho de su tiempo tratando de resolverlo. Ya habían pasado ocho años desde que eso ocurrió. Algunas veces, las piezas encajaban de una manera que resultaba casi sobrenatural. Sin embargo, en el momento en que se volvía consciente de eso, su mente pasaba a quedarse en blanco. Como si alguien de pronto hubiera borrado la información necesaria para terminar el puzle.
Alguna vez le comentó eso a su mamá y a su abuelito. Su madre le dijo que quizá solo debía relajarse.
—Es algo que pasa a veces —explicó—. Cuando nos concentramos mucho en una actividad, en especial cuando es algo muy difícil, podemos llegar a estresarnos, lo que hace que las cosas no salgan como queremos.
Su abuelo, por su parte, le revolvió el cabello, mientras le decía que se diera el tiempo para disfrutar del proceso.
—Este no es un rompecabezas ordinario. Tiene el poder de cumplir los deseos de aquel que consiga completarlo. Así que, quizá, no has encontrado la manera porque no es el momento. Tu voluntad no debe estar solo en resolverlo como un pasatiempo más. Tu deseo debe alinearse con el destino. Es posible que solo entonces los dioses te escuchen y te muestren el camino para terminarlo.
Pese a eso, en los ocho años que transcurrieron desde que obtuvo el Puzle Milenario, Yugi llegó a creer que nunca llegaría ese día.
Hasta esa noche. Adolorido por la paliza que recibió de Ushio, su mente pareció por fin alinearse con su corazón. Cada pieza fue encajando en su lugar como tantas otras veces, pero esta vez no podía parar. Era como si los mismos dioses guiaran sus manos.
—Por favor… deseo tener amigos… deseo salvar a Honda y a Jonouchi… deseo salvarlos a todos.
Una pieza más hizo clic al acomodarse en su lugar. Sus dedos tantearon el interior de la caja dorada. Nada. Estaba vacía.
Yugi se levantó de un salto. La última pieza debía estar allí. Tenía que ser así; de lo contrario, todo su esfuerzo sería en vano. Su deseo jamás se haría realidad.
Buscó por todos lados, pero nada. No estaba en su habitación, en los bolsillos de su uniforme escolar o en su mochila.
¿La habría perdido en la escuela? Quizá se cayó esa tarde, cuando Jonouchi vació las piezas en su pupitre tras bromear.
Estaba a punto de regresar al colegio para buscarla allí cuando algo lo detuvo.
«Espera un momento», dijo una voz dentro de él.
Se sentó de nuevo en su escritorio y miró el rompecabezas casi terminado. Apretó los puños y se mordió el labio tratando de reprimir las lágrimas.
Alguien golpeó la puerta de su habitación.
—¿Estás allí, Yugi?
—¿Abuelito?
Se levantó, limpió su rostro y fue a abrir la puerta.
Su abuelo estaba de pie en el pasillo con la última pieza del Puzle Milenario en su mano.
—Hace un rato, mientras cerraba la tienda, uno de tus compañeros vino a buscarte. Se disculpó y me dejó esto antes de que pudiera venir a hablarte. Fue algo curioso; estaba empapado de pies a cabeza, aunque hoy no hemos tenido lluvia.
Yugi tomó la pieza del rompecabezas, mientras le prometía a su abuelo que le agradecería a su compañero cuando lo viera en la escuela.
Agradeció a su abuelito y cerró la puerta. Su corazón latía de alivio y expectación.
La pieza final encajó con el resto. Se sintió diferente a completar cualquier otro puzle de la tienda de juegos. Era casi como si el artefacto dorado pulsara con vida propia.
Luego, hubo un destello que iluminó la habitación entera con una luz dorada y sobrenatural.
El Faraón Sin Nombre era libre de nuevo… y Yugi recordó.
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